miércoles, 6 de mayo de 2009

Déjame soñar III

Una ráfaga de viento sopló fuertemente, haciendo que me elevara de nuevo, y saliera hacia algún lugar…

Un fuerte frenazo del autocar y las palmaditas de mi padre en el brazo me despertaron. Aún continuaba en mi asiento. La guía se había puesto en pie, y ya había dejado de hablar. El autobús se paró y nosotros, los pasajeros, comenzamos a descender por las escaleras.
Me daba pena pensar que todo había sido un sueño. Las palabras del anciano aún resonaban con fuerza en mi cabeza y me hacían ver las cosas de manera diferente.
Al dar un salto para poner los pies en tierra firme, mi equilibro falló, haciéndome caer hacia un lado. Sin embargo, alguien me ayudó y evitó que me cayera.
—¿No pretenderás caerte y quitarle la ilusión a tu padre por el viaje, verdad? –Habló un anciano, uno de los pasajeros del autocar. Me sonrió. Era el de mi sueño.
—Por supuesto que no. No romperé los sueños de nadie, siempre que estén en mi mano –Contesté sonriente.
Mi padre bajó en ese mismo momento y ambos caminamos, siguiendo al grupo de viajeros que nos acompañaban. Me aferré a él, que me pasó su brazo por los hombros para darme calor, debido al frío que hacía en la estación de esquí.
Al menos, ahora sabía algo más. Las nubes no son simples evaporaciones de agua. Las nubes son las acumulaciones de los sueños y de las ilusiones rotas de las personas. Con cualquier sueño roto, pueden cambiar las cosas y de repente empezar a llover.
Porque la vida está en los sueños y en el camino hasta llegar a ellas....

FIN




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